ENSAYO SOBRE AMABILIDAD
SE ACABÓ LA RABIA
En el siguiente escrito hablaré sobre la
amabilidad, y es que el texto desató en mí una serie de sensaciones que me
hicieron pensar si realmente me portaba amable como los demás o tenía más
características del dueño del perro.
La amabilidad es la manera más sencilla,
delicada y tierna de hacer realidad un amor maduro y universal, libre de
exclusivismos.
Al hablar de amabilidad, sin duda hemos de
referirnos también al amor, pero es preferible tipificar a la amabilidad como
valor por su carácter más concreto de actitud, de rasgo firme y definido de la
persona que ama.
No existe una cosa concreta llamada amor,
sólo existe en acto de amar expresado en actos de dar, respetar, considerar a
los demás, aceptarles, procurar su felicidad, alegrarse con sus progresos... En
definitiva, llevar a la práctica una disposición afectuosa, complaciente y
afable que no tardará en convertirse en firme actitud, que nos predisponga a
pensar, sentir y comportarnos con amabilidad. Cuando lo previsible, lo normal
en una persona sea comportarse de forma afable y afectuosa, es porque la
amabilidad ha adquirido la categoría de “valor”.
Solemos olvidar que amable significa
“digno de ser amado”; que amable es el que se comporta de un modo determinado
siempre impulsado por un sentimiento puro. Que se trata por tanto de una
conducta que no se agota por sí misma, sino que tiene como origen mover a los
demás a comportarse con nosotros proporcionalmente sin buscar en ello la
finalidad.
La verdadera amabilidad es la que surge de
los sentimientos, la “otra” amabilidad, la más común, es la que tiene que ver
con las formas y con las normas de conducta. Ésta solo sirve para seguir la
corriente de lo que es socialmente aceptado, pero aporta poco más que una
máscara.
La amabilidad es siempre un claro
exponente de madurez y de grandeza de espíritu, dado su carácter universal,
integrador y de cálido acercamiento a los demás seres de la creación, con los
que se siente hermanada toda persona amable.
Hemos visto que la amabilidad como valor
es una actitud, un modo habitual de ser y comportarse, afectuoso y complaciente
de toda persona que es digna de ser amada. El que ama practica su amor, lo hace
realidad y lo exterioriza fundamentalmente mediante la amabilidad. No
confundamos actos de amabilidad, circunstanciales y transitorios, con la
amabilidad como actitud y valor, sentido y deseado. Todos podemos ser “amables”
en ocasiones y por diversos y hasta oscuros fines, pero no es a esta
“amabilidad” de conveniencia a la que nos referimos, sino a la amabilidad como
valor, como disponibilidad permanente, libremente asumida y ejercida.
La amabilidad es planta delicada que sólo
germina en “terrenos”, “climas” y condiciones especiales. El terreno más
indicado es el hogar y poco después la escuela.
La amabilidad vuelve con una sonrisa al lugar desde
que ha partido.
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