CITAS LAS BATALLAS EN EL DESIERTO

CITAS
“Los mayores se quejaban de la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el enriquecimiento sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos”. (Pacheco, 2015, pág. 2)

Para el impensable año dos mil se aseguraba -sin especificar cómo íbamos a lograrlo- un porvenir de plenitud y bienestar universales. Ciudades limpias, sin injusticias, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura. Para cada familia una casa ultramoderna y aerodinámica (palabras de la época). A nadie le faltaría nada. Las máquinas harían todo el trabajo. Calles repletas de árboles y fuentes, cruzadas por vehículos sin humo ni estruendo ni posibilidad de colisiones. El paraíso en la tierra. La utopía al fin conquistada. (Pacheco, 2015, pág. 2)

“En mi casa está prohibido el tequila, le escuché decir a mi tío Julián.  Yo nada más sirvo whisky a mis invitados: hay que blanquear el gusto de los mexicanos” (Pacheco, 2015, pág. 3)

Acababa de establecerse Israel y había guerra contra la Liga Árabe. Los niños que de verdad eran árabes y judíos sólo se hablaban para insultarse y pelear. Bernardo Mondragón, nuestro profesor, les decía: Ustedes nacieron aquí. Son tan mexicanos como sus compañeros. No hereden el odio. (Pacheco, 2015, pág. 3)

El jabón pasó a la historia. Aquella espuma que para todos (aún ignorantes de sus daños) significaba limpieza, comodidad, bienestar y, para las mujeres, liberación de horas sin término ante el lavadero, para nosotros la cresta de la ola que se llevaba nuestros privilegios. (Pacheco, 2015, pág. 8)

“Mi padre señaló que nadie tiene la culpa de estar en esta miseria, y antes de juzgar mal a alguien debía pensar si tuvo las mismas oportunidades que yo” (Pacheco, 2015, pág. 8)

Al día siguiente Harry me dijo: Voy a darte un consejo: aprende a usar los cubiertos. Anoche comiste filete con el tenedor del pescado. Y no hagas ruido al tomar la sopa, no hables con la boca llena, mastica despacio trozos pequeños. (Pacheco, 2016, pág. 9)

Una vez, al abrir Jim un clóset, cayó una foto de Mariana a los seis meses, desnuda sobre una piel de tigre. Sentí una gran ternura al pensar en lo que por obvio nunca se piensa: Mariana también fue niña, también tuvo mi edad, también sería una mujer como mi madre y después una anciana como mi abuela”. (Pacheco, 2015, pág. 13)


“El amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio” (Pacheco, 2015, pág. 23)

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